He estado enojada mucho últimamente.
No enojada por algo grande. Sólo perdiendo los estribos en las cosas pequeñas. Actuando impacientemente con las personas sin ninguna razón real.
Normalmente no soy de mal genio. Así que, comencé a orar al respecto, pidiendo a Dios que me ayude a mantener la calma. Me sentía como un poco de fraude haciendo esto porque mi blog más popular es uno acerca de cómo orar cuando estás enojado, y ahora estoy hablando sin pensar, y haciendo cosas que lamento.
Mientras estaba orando acerca de mis problemas de ira, recordé una frase que anoté de uno de los libros de Shauna Niequist. En Pan y Vino, ella dice: “Cuando algo te hace llorar, significa algo. Si prestamos atención a nuestras lágrimas, van a mostrarnos algo sobre nosotros mismos “.
Al leer esto otra vez, me pregunté si no podría decirse lo mismo acerca de la ira. Esta idea podría ser transformada: “Cuando algo te hace enojar, significa algo. Si prestamos atención a nuestra ira, va a enseñarnos algo sobre nosotros mismos “.
Me entró curiosidad sobre si mi enojo me estaba diciendo algo sobre mi corazón.
La próxima vez que me sentí enojada, estaba hablando con un colega. Esa persona cuestionó la manera en que yo hice algo y respondí ásperamente, parando así la conversación.
Unas horas más tarde me acordé: mi ira podría significar algo. Me detuve y pensé de nuevo en la situación. ¿Qué sentimiento me había hecho reaccionar con furia? Me di cuenta de que estaba enojada porque me sentía insegura.
En ese caso, era mi temor de equivocarme y parecer estúpido que me había hecho a arremeter contra esa persona. Durante todo este tiempo yo había pensado que tenía un problema con la ira, cuando en realidad tenía un problema de inseguridad.
La próxima vez que un colega señaló algo que podría mejorar, en lugar de enojarme, les pedí que explicaran lo que querían decir. Decidí ser vulnerable y pedir ayuda en lugar de distanciarme de ellos. Sin embargo, a veces no me doy cuenta con la suficiente rapidez. Respondo con enfadado, y después tengo que pedir disculpas y pedirles que me ayuden a mejorar en esa área. Esto no ha sido fácil.
Pero mis problemas de ira no terminan ahí. He descubierto que también pierdo los estribos por cosas que no tienen nada que ver con la sensación de inseguridad. Murmuro en voz baja a los coches en el tráfico o soy grosera con los dependientes de comercio. No me siento insegura en esos momentos, entonces, ¿qué está causando el enojo?
He descubierto que muchas de aquellos veces, no estoy molesta con la persona ni la situación, sólo estoy cansada. Mi tanque emocional está vacío. En lugar de practicar maneras de mantener mi tanque lleno, permito que mi tanque emocional llegue a niveles bajos y como resultado, me encuentro luchando para hacer frente a la vida y a mi temperamento.
Otra máscara para mi ira: carencia de límites saludables. Por ejemplo, tengo un colega que me pide constantemente a asumir más de su trabajo, a pesar de que le he dicho en repetidas ocasiones que no y que claramente no tengo la capacidad de ayudar. No importa lo que hago, o lo mucho que mi jefe me respalda, este colega sigue encontrando maneras de pasarme su trabajo. Cada vez que esto sucede me siento enojada.
Hace años, leí un libro por el Dr. Henry Cloud y el Dr. John Townsend llamado Límites. En el libro, explican que cuando se cruzan nuestras fronteras, nos sentimos enojados. Definen una frontera como “una línea de propiedad personal que marca aquellas cosas por las que somos responsables. En otras palabras, los límites definen quiénes somos y quiénes no somos “.
A diferencia de mis otros estallidos de ira, la rabia que siento cuando mi colega ignora mis límites, es saludable. Este enojo me dice que tengo que tengo dos opciones: proteger las cosas por las cuales soy responsable o que se aprovechen de mí. Mientras que alzar la voz y gritar en respuesta a la violación de estos límites no es una reacción correcta, hablar con firmeza, mantener mi posición y negarme a ser empujada a hacer el trabajo que no se mío, sí es una respuesta correcta.
El darme cuenta de que mi ira me está diciendo algo, ha sido un cambio de estrategia para mí. Yo solía tener miedo de mi enojo, me sentía como si la ira me controlara. Ahora, me estoy dando cuenta de que mi enojo señala que mi corazón necesita atención.
Proverbios 4:23 dice: “Con toda diligencia guarda tu corazón, porque de él brotan los manantiales de vida.” Estoy descubriendo que a veces la ira es una herramienta con la que puedo comprobar dónde se encuentra mi corazón. También estoy aprendiendo que no todo el enojo es malo. Si me doy cuenta de lo que me está diciendo, puedo llegar a ser el tipo de persona que trae vida a una situación en lugar de dolor y destrucción.
Wendy van Eyck
Traducción: Julie Núñez