Yo estaba entrevistando a una joven de 14 años de edad que no era muy feliz. Venía de un buen hogar, con una familia amorosa. Todas sus necesidades estaban cubiertas – buena ropa, muchos amigos, buena salud, incluso estaba inscrita en un buen colegio privado. Pero aun así algo le hacía falta.
“Es que no es justo” decía ella. “¡Mis amigos pueden ir al concierto y en cambio mis papás son muy estrictos! Deberían de ver todas las cosas que los padres de mis amigos les dejan hacer. Mi vida es tan injusta.”
Durante los siguientes 30 minutos, escuché todas las cosas que ella no tenía, y quería. Ella se quejaba, comparaba, y enfatizaba todas las cosas que ella deseaba pero no podía tener.
Tengo que admitirles, al principio al reunirme con ella, me sentí un poco enfadada. Quería regresarla a la realidad, y recordarle todas las bendiciones que ella tenía. Pero el hecho de que esta joven tuviera la razón o no, no era lo que me preocupaba. Mi objetivo era ayudarle a ver otra perspectiva, y darle alternativas para no vivir una vida sintiéndose miserable.