3. EL EJEMPLO DE JESUCRISTO
He escuchado la siguiente objeción: “No debemos celebrar la Navidad, ya que la Biblia no manda su celebración”. [ii] Sin embargo, en el evangelio de Juan vemos que Jesucristo mismo celebró una fiesta que no era mandada en las Escrituras.
Leemos lo siguiente: “En esos días se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación. Era invierno, y Jesús andaba por el templo, en el pórtico de Salomón” (Jn. 10:22-23). ¿Qué hacía Jesús en el templo? Celebrando, por supuesto.
Se celebraba la fiesta de la dedicación, la cual “no estaba autorizada por las Escrituras Hebreas; era una institución relativamente reciente”. [iii] Esta fiesta se había este intuido en el periodo entre los dos testamentos, “para marcar la rededicación del templo después de ser desecrado por Antíoco Epifanes en el 164 a.C.”. [iv]
La fiesta de la dedicación era celebrada por los judíos ya que era algo digno de celebrarse. Jesucristo, siendo judío, la celebró. Nosotros no somos judíos, así que no tenemos por qué celebrar esta fiesta (además, el Nuevo Testamento es claro en el libro de Hebreos que toda celebración del Templo, con sus rituales y fiestas, se han cumplido por y en Jesucristo). Sin embargo, encontramos este principio: que la Biblia admite (por el ejemplo de Jesucristo mismo) el derecho a celebrar algo digno de celebrarse.
¿Es la encarnación y el nacimiento de nuestro Señor Jesucristo algo digno de ser celebrado?