2) La Escritura Enseña Constantemente la Existencia del Cielo
No podemos dejar que la gente diga que el antiguo testamento no menciona nada acerca del cielo. “En la casa del Señor moraré por largos días” escribió David en uno de sus Salmos más conocidos. Que tal esta otra frase, “En cuanto a mí, en justicia contemplaré tu rostro; al despertar, me saciaré cuando contemple tu imagen” (Salmo 17:15).
Job dijo, “Yo sé que mi Redentor vive, y al final se levantará sobre el polvo. Y después de deshecha mi piel, aun en mi carne veré a Dios; al cual yo mismo contemplaré, y a quien mis ojos verán y no los de otro. ¡Desfallece mi corazón dentro de mí!” (Job 19:25-27).
Tampoco podemos dar cabida a aquellos que dicen que la única manera de entender estos versos es metiéndose en la cabeza del escritor mismo, como si sus palabras fueran determinantes y autoritativas. Pedro decía que los profetas anunciaban más de lo que entendían y que aun los ángeles no podían comprender todas estas cosas (1 Pedro 1:12).