SIN ACCESO AL BOTÍN
Permíteme esta comparación. El Salmista nos dice en el Salmo 119:162 que “Me regocijo en Tu palabra, Como quien halla un gran botín”. Imagínate que ese gran botín está detrás de una puerta cerrada bajo llave. Detrás de esa puerta está el mejor botín que uno pueda encontrar: la vida eterna. Pero, ¿cómo se puede abrir una puerta cerrada si no tenemos la llave?
Según el Evangelio de Juan, esto es precisamente lo que sucedió con los judíos. Juan 5:38-41 nos muestra este encuentro de Jesús, donde Él les dice a su audiencia que ellos no tienen morando la Palabra de Dios “porque no creen en Aquél que El envió. Ustedes examinan las Escrituras porque piensan tener en ellas la vida eterna. ¡Y son ellas las que dan testimonio de Mí! Pero ustedes no quieren venir a Mí para que tengan esa vida”.
Los judíos tenían la Escritura del Dios mismo, la revelación de la mente de Dios. Y sin embargo, el Dios revelado nos dice que, de manera real, no tenían esa Palabra “morando” en ellos. ¿Por qué? Porque habían dejado la “llave” fuera. No podían entrar en el botín. No podían encontrar la vida eterna. No podían entender La Escritura dejando al Cristo fuera de su lectura.
Temo que, en muchas ocasiones, algo similar nos pasa hoy. Sabemos durar horas leyendo y recitando la Biblia, sin encontrarnos cambiados y sin ver frutos evidentes. Pasamos por la Biblia, pero la Biblia no pasa por nosotros. Y creo que una de las principales razones no tiene que ver con desconocimiento del contexto original, de la cultura, o ni siquiera con una mala intención: creo que tiene que ver con que estamos dejando a Cristo afuera.
Léelo otra vez en las palabras del mismo Jesús: “Ustedes examinan las Escrituras porque piensan tener en ellas la vida eterna ¡Y son ellas las que dan testimonio de Mí!”. A pesar de examinar constantemente la Biblia, ellos habían perdido de enfoque lo principal, y por tanto no estaban viviendo en esa vida eterna y plena que el Señor nos ofrece.