2. Pídele a Dios que abra tus ojos
Bien oraba el salmista “Abre mis ojos, para que vea Las maravillas de Tu ley” (Sal. 119:18). Como decíamos al principio, la Biblia es maravillosa. Pero no siempre tenemos los ojos abiertos a ella. Por tanto, necesitamos pedirle a Dios que abra nuestros ojos a mostrarnos las maravillas de Su Palabra. Por Su gran amor por nosotros, Él es el más interesado en que amemos la Biblia, y Él conoce perfectamente nuestra condición y sabe que somos polvo. Por tanto, no dudes en ir constantemente donde Dios y pedirle que te muestre dónde debes leer y qué debes ver en el texto. Que te proporcione de una persona que te ayude a entender más o con quien leer juntos (más de eso en el punto 5). Hazlo con fe, pues “Esta es la confianza que tenemos delante de El, que si pedimos cualquier cosa conforme a Su voluntad, El nos oye” (1 Jn. 5:14).