Pregunta: “¿Pudo Jesús haber pecado? Si Él no era capaz de pecar, ¿cómo habría podido verdaderamente estar dispuesto a ‘compadecerse de nuestras debilidades’ (Hebreos 4:15)? Si Él no podía pecar, ¿cuál fue el objeto de la tentación?”
Respuesta: Esta pregunta está dividida en dos categorías. Es importante recordar que esta no es una pregunta acerca de si Jesús pecó. Ambos lados concuerdan, como claramente lo establece la Biblia, que Jesús no pecó. La pregunta es si Jesús pudo haber pecado. Aquellos que sostienen la impecabilidad creen que Jesús no pudo haber pecado. Aquellos que sostienen la pecaminosidad, creen que Jesús pudo haber pecado, pero no lo hizo. ¿Cuál postura es la correcta?. La clara enseñanza de la Escritura es que Jesús fue impecable, sin mancha – Jesús no pudo haber pecado. Si Él hubiera pecado, Él aún podría hacerlo ahora, porque Él retiene la misma esencia que tuvo mientras vivió en la tierra. Él es el Dios-Hombre – y así permanecerá para siempre, reteniendo su plena Deidad y su plena humanidad contenidas en una Persona y siendo indivisible. El creer que Jesús pudo pecar, es creer que Dios pudo pecar. Colosenses 1:19 dice, “Por cuanto agradó al Padre que en Él habitase toda plenitud”, y en Colosenses 2:9, “Porque en Él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad.”
Aunque Jesús es plenamente humano, Él no nació con la misma naturaleza pecaminosa con la que todos hemos nacido. Él ciertamente fue tentado de la misma manera que lo somos nosotros, y esas tentaciones le fueron presentadas por Satanás, sin embargo permaneció sin pecado, porque Dios es incapaz de pecar. Es algo contra Su propia naturaleza (Mateo 4:1; Hebreos 2:18, 4:15; Santiago 1:13). El pecado es por definición la trasgresión de la Ley. Dios creó la Ley, y la Ley es por naturaleza lo que Dios haría o no haría; por lo tanto, el pecado es todo lo que Dios no haría por Su misma naturaleza.
El ser tentado no es en sí pecado. Una persona puede tentarte con algo que tú no tienes el deseo de hacer, cosas tales como cometer un asesinato o participar en perversiones sexuales. Probablemente tú no tienes ningún deseo de tomar parte en estas acciones, pero aún eres tentado porque alguien colocó esa posibilidad frente a ti. Existen al menos dos definiciones del ser tentado:
1) Ser tentado – Que alguien o algo fuera de ti o por tu misma naturaleza, te sugiera una proposición pecaminosa.
2) Ser tentado – Considerar realmente el participar en un acto pecaminoso y los posibles placeres y consecuencias de tal acto, a tal punto que ese acto ya está ocupando un lugar en tu mente.
La primera definición no describe un acto o pensamiento pecaminoso, la segunda sí. Cuando tú meditas un acto pecaminoso y consideras cómo podrías llevarlo a cabo, ya has cruzado la línea del pecado. Jesús fue tentado a la manera de la definición 1, excepto que Él nunca fue tentado a pecar por una naturaleza pecaminosa, porque ésta no existía dentro de Él. Satanás le propuso ciertos actos pecaminosos a Jesús, pero Él no tuvo el deseo interior de participar en el pecado. Por lo que, Él fue tentado como nosotros, pero permaneció sin pecado.
Aquellos que sostienen la pecaminosidad, creen que si Jesús no pudo haber pecado, Él no pudo verdaderamente haber experimentado la tentación, y por lo tanto tampoco puede compadecerse realmente de nuestras luchas y tentaciones contra el pecado. Debemos recordar que uno no tiene que haber experimentado algo para poder comprenderlo. Dios sabe todo acerca de todo. Mientras que Dios nunca ha tenido el deseo de pecar, y definitivamente jamás ha pecado – Dios sabe y entiende lo que es el pecado. Dios sabe y entiende lo que es ser tentado. Jesús puede compadecerse de nuestras tentaciones, porque Él sabe… no porque Él haya “experimentado” todas las mismas cosas que nosotros.
Jesús sabe lo que es ser tentado, pero Él no sabe lo que es pecar. Esto no le impide el ayudarnos. Somos tentados con pecados que son comunes al hombre (1 Corintios 10:13). Estos pecados generalmente pueden reducirse a tres diferentes tipos: los deseos de los ojos, los deseos de la carne, y la vanagloria de la vida (1 Juan 2:16). Examina la tentación y el pecado de Eva, así como la tentación de Jesús, y encontrarás que las tentaciones de cada uno vinieron de estas tres categorías. Jesús fue tentado en cada manera y en cada área de lo que somos nosotros, pero permaneció perfectamente santo. Aunque nuestra naturaleza corrupta tenga el deseo de participar en algunos pecados, tenemos la habilidad de vencer el pecado, porque ya no somos esclavos del pecado, sino esclavos de Dios. (Romanos 6, especialmente los versos 2 y 16-22).
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