1) “Él (Jesús) fue… un hombre que experimentó penas y dolor” (Isaías 53:3).
Este versículo me fue de gran ayuda porque me recordó que aunque no hubiera nadie que pudiera entender mi dolor único aquí en la tierra, Jesús no solo lo entiende, él mismo lo experimentó. Siendo Dios y siendo hombre, Jesús experimentó las profundidades de las emociones humanas durante su tiempo aquí en la tierra para así poder identificarse con nuestro duelo. Junto con Juan 11:35, cuando Jesús lloró en la tumba de su amigo Lázaro, este verso me dio un prueba irrefutable que Dios no solamente estaba al tanto de mi duelo, sino que también, hizo duelo conmigo.