2. Presente su cuerpo delante de Dios. Presente su cuerpo a Dios, sacrificando el gusto de la comida para hacer lugar para lo espiritual. Haga a un lado sus propios deseos y necesidades físicas, para escuchar la voz de Dios.
Puede orar algo así:
Dios, presento mi cuerpo delante de Ti en sacrificio vivo, santo y agradable que es mi ofrenda para ti. No me conformaré a lo que dice la sociedad o a mis propios deseos, sino que seré transformado(a) por medio de la renovación de mi entendimiento de tu grandeza, para saber cuál es tu voluntad, agradable y perfecta (Romanos 12:1-2).
Mi cuerpo es el templo de tu Espíritu Santo. Lo separo para ti para que Tú mores en mí y vivas a través de mí en este día y en estas circunstancias (I Corintios 6:19).