Pregunta: “¿Qué significa estar muerto espiritualmente?”
Respuesta: Estar muerto espiritualmente es estar separado de Dios. Cuando Adán pecó en Génesis 3:6, él marcó el comienzo de la muerte para toda la humanidad. El mandato de Dios a Adán y Eva fue que no podían comer del árbol del conocimiento del bien y del mal. Vino con la advertencia de que la desobediencia resultaría en la muerte: “Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.” (Génesis 2:16-17) La frase “ciertamente morirás” puede ser traducido literalmente “muriendo morirás.” Esto significa un estado continuo de muerte que comenzó con la muerte espiritual, continúa a lo largo de la vida como una degradación gradual del cuerpo y culmina con la muerte física. La muerte espiritual inmediata dio lugar a la separación de Adán de Dios. Su acto de esconderse de Dios (Génesis 3:8) demuestra esta separación, como lo hace su intento de echarle la culpa por el pecado a la mujer (Génesis 3:12).
Desafortunadamente, esta muerte espiritual – y eventual física – no se limitó a Adán y Eva. Como representante de la raza humana, Adam llevó a toda la humanidad en su pecado. Pablo aclara esto en Romanos 5:12, diciéndonos que el pecado y la muerte entraron en el mundo y se extendieron a todos los hombres a través del pecado de Adán. Además, Romanos 6:23 dice que la paga del pecado es muerte; los pecadores deben morir, porque el pecado nos separa de Dios. Cualquier separación de la Fuente de Vida es, naturalmente, muerte para nosotros.
Pero no es sólo el pecado heredado que provoca la muerte espiritual; nuestra propia pecaminosidad contribuye. Efesios 2 enseña que, antes de salvación, estamos “muertos” en delitos y pecados (versículo 1). Esto debe hablar de la muerte espiritual, porque todavía estábamos “vivos” físicamente antes de la salvación. Mientras estábamos en esa condición espiritualmente “muerta”, Dios nos salvó (verso 5; ver también Romanos 5:8). Colosenses 2:13 reitera esta verdad: “Y a vosotros, estando muertos en pecados… os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados.”
Puesto que estamos muertos en pecado, somos completamente incapaces de confiar en Dios o Su palabra. Jesús afirma repetidamente que somos impotentes sin Él (Juan 15:5) y que no podemos ir a Él sin la habilitación de Dios (Juan 6:44). Pablo enseña en Romanos 8 que nuestra mente natural no puede someterse a Dios, ni complacerlo (versículos 7-8). En nuestro estado caído, somos incapaces de comprender incluso las cosas de Dios (1 Corintios 2:14).
La obra de Dios, por la que Él nos hace vivos de la muerte espiritual se llama la regeneración. La regeneración se realiza solamente por el Espíritu Santo, a través de la muerte y resurrección de Jesucristo. Cuando somos regenerados, somos dados vida juntamente con Cristo (Efesios 2:5) y renovados por el Espíritu Santo (Tito 3:5). Es como nacer una segunda vez, como Jesús enseñó a Nicodemo en Juan 3:3,7. Habiendo sido vivificados por Dios, nunca moriremos – tenemos la vida eterna. Jesús dijo a menudo que creer en Él es tener la vida eterna (Juan 3:16,36; 17:3).
El pecado conduce a la muerte. La única manera de escapar de esa muerte es venir a Jesús mediante la fe, atraído por el Espíritu Santo. La fe en Cristo conduce a la vida espiritual y en última instancia a la vida eterna.
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