Pregunta: “¿Por qué hay dos diferentes relatos de la Creación en los capítulos 1–2 de Génesis?”
Respuesta: Génesis 1:1 dice “En el principio creó Dios los cielos y la tierra…” Después, en Génesis 2:4, parece comenzar una segunda y diferente historia de la Creación. La idea de dos relatos de la Creación, es un malentendido común de estos dos pasajes que describen el mismo evento. En ellos no hay discrepancia en cuanto al orden en el cual las cosas fueron creadas y por lo tanto no se contradicen una a la otra. De acuerdo a la opinión errónea, Génesis 1 dice que Dios creó la tierra, entonces la vegetación, luego los animales, y por último al hombre; mientras que en Génesis 2 dice que Dios creó la tierra, luego al hombre, luego las plantes y después los animales. El hecho es que, mientras que Génesis 1 describe los “Seis Días de la Creación” (y el séptimo día de descanso), Génesis 2 cubre solo un día de la semana de la Creación –el sexto día– y no hay contradicción (como veremos).
Comenzaremos con la revisión de verso por verso de cada uno de estos cinco, correspondientes a la 2 narración de Génesis (en cursiva) y terminaremos con un panorama general del resto del capítulo. Mientras que el pasaje 1 de Génesis en realidad termina en el tercer verso del segundo capítulo; comenzaremos con el verso cuatro de la 2ª narración. Usaremos para ello la Biblia de las Américas, generalmente reconocida como la mejor y más fidedigna traducción formal (literal) del texto. “Estos son los orígenes de los cielos y de la tierra cuando fueron creados, el día en que el SEÑOR Dios hizo la tierra y los cielos.” (v.4). La palabra hebrea traducida aquí como “orígenes” es toledot, y la encontramos una docena más de veces a través de Génesis (traducida como generaciones, familias, y nombres de los hijos) (5:1; 6:9; 10:1, 32; 11:10, 27; 25:12, 13, 19; 36:1, 9 y 37:2), y docenas de veces más a través del Antiguo Testamento, siempre con referencia al linaje humano (sin excepción). La palabra “día” aquí se refiere a un período inespecífico de tiempo (ej. “allá en los días de mis abuelos”), en vez de a un período de 24 horas (ej. “tomará tres días terminarlo”), o a las horas del día (ej. “hace calor durante el día”). Así que, leyendo el cuarto verso de manera directa sería: “lo siguiente es el linaje humano de los cielos y la tierra en el tiempo en que Dios los creó.” No especifica un primero, o segundo o un octavo día.
“Y aún no había ningún arbusto del campo en la tierra, ni había brotado ninguna planta del campo, porque el SEÑOR Dios no había enviado lluvia sobre la tierra, ni había hombre para labrar la tierra.” (v.5) La palabra hebrea traducida aquí como “campo” es sadeh. Se refiere a una pequeña porción de tierra, o a un campo cultivado. La palabra “tierra” es erets. Se refiere a una porción más grande de tierra al planeta como un todo. Es una diferencia importante, una que vemos no sólo aquí, sino en otras partes de Génesis (por ejemplo en 23:13) y a través del Antiguo Testamento (por ejemplo Levítico 25:2-3). Mientras que la vegetación en Génesis 1:11-12 era del tipo general, la vegetación de Génesis 2:5, 8,9 es de una clase muy especial. Los “arbustos del sadeh” y las “plantas del sadeh” se refieren a la agricultura, sadeh significa un campo cultivado.
Notemos que aún no había agricultura, porque “…Dios no había enviado lluvia sobre la tierra, ni había hombre para labrar la tierra.” Ante esto, vemos que había dos de las cuatro cosas necesarias para la agricultura (el hombre para cultivar la tierra y la lluvia, siendo las otras dos, una tierra fértil y luz de sol). El texto no sólo se refiere específicamente a las plantas de agricultura de un campo cultivado, sino que implica que aún no se contaba con las otras dos de las cosas necesarias para la agricultura. Por otra parte, es obvio que esto no se refiere a las plantas en general, que sería lo mismo que decir que no había selvas, o bosques, o praderas en ninguna parte, porque el hombre no había cultivado la tierra, lo cual es un razonamiento ridículo. No, la vegetación descrita aquí, es la de la horticultura. Es agricultura.
“Pero se levantaba de la tierra un vapor que regaba toda la superficie del suelo.” (v.6). Nótese que la tierra y el agua (en forma de vapor) ya existían en este punto. Sólo que aún no había llovido. Génesis 2 no es una narración de la creación de la tierra y el agua; cosa que ya había sucedido en Génesis 1.
“Entonces el SEÑOR Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz el aliento de vida; y fue el hombre un ser viviente.” (v.7). Aquí, al presentar el linaje humano de los cielos y la tierra en la era en que fueron creados, el autor retrocede en la secuencia del tiempo al día sexto, cuando Dios hizo al hombre por primera vez, y al lugar apropiado para comenzar. Vemos este mismo recurso literario –este retroceder en la secuencia del tiempo con el propósito de dar más detalles– también en otras partes de la Biblia. Consideremos 1 Reyes 6-7. En el capítulo seis, leemos acerca de la construcción del templo de Salomón. Es terminado en el último verso del capítulo, que es el 38: “Y en el undécimo año, en el mes de Bul, que es el mes octavo, fue acabada la casa con todas sus dependencias, y con todo lo necesario. La edificó pues, en siete años.” Entonces, en el primer verso del siguiente capítulo, el autor prosigue describiendo la construcción del palacio de Salomón: “Después edificó Salomón su propia casa en trece años, y la terminó toda.” En el verso 12, el autor termina con el palacio. Entonces, en el verso 13 del capítulo 7, él regresa a los inicios de la construcción del templo, retrocediendo por tanto en la secuencia del tiempo, en la cual él ya lo había terminado en el 6º capítulo, aún antes de proseguir describiendo la construcción del palacio en el 7º capítulo.
De la misma manera, el autor de Génesis presenta la creación del hombre en el sexto día en su primer capítulo, porque el hombre es la culminación o el punto máximo de la Creación. Entonces, en el segundo capítulo, él regresa al sexto día para presentar en más detalle la narración que comienza en 2:4 (la cual prosigue hasta el 5:1, donde se inicia la siguiente narración.) “Y plantó el SEÑOR Dios un huerto hacia el oriente, en Edén; y puso allí al hombre que había formado.” (v.8). Aquí vemos la creación de la agricultura con el primer huerto, creado por Dios para el hombre. Es aquí donde el hombre comienza la agricultura, y desde entonces hemos estado cuidando los campos (excepto desde luego, durante esa breve limitación en el arca). Para abreviar, no explicaremos cada uno de los versos restantes individualmente. Pintaremos el resto del capítulo a grandes trazos. Los versos 9-14 describen el Huerto del Edén y un río que corría a través de él. El río se dividía en cuatro ríos más pequeños, cada uno de los cuales corría a través de un diferente territorio pre-diluviano (antes del Diluvio). Aparentemente, los post-diluvianos nombraron más tarde a estos pre-diluvianos, como algunos de sus ríos y tierras, de manera similar como los primeros colonos americanos, nombraron a sus ciudades como los lugares de los que procedían. (Nueva York, nombrada en honor a la ciudad inglesa de York; Nueva Jersey, nombrada en honor a la Isla de Jersey en el Canal de la Mancha; Nueva Orleans, nombrada así por la ciudad francesa de Orleans, etc.).
Los versos 15-17 regresan al Huerto e incluyen la advertencia en contra de comer del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal. En el verso 18, leemos la decisión de Dios de crear a una mujer para Su varón, una decisión que sin lugar a dudas Él ya había tomado mucho antes de haber creado al primer hombre. La decisión es presentada aquí como una guía hacia lo que sucedió después.
En los versos 19-20, Dios sienta a Adán, y de la tierra crea ante él a “toda bestia del campo” y a “toda ave de los cielos” para que él les ponga nombre. Primero notemos esto; de acuerdo con la antigua mentalidad, al nombrar algo, te convertías en su dueño. Así que esta fue una especie de ceremonia, por medio de la cual, Adán recibió de Dios a estas criaturas como su propiedad (y por extensión, el resto de la creación). Segundo, notemos que Dios no recreó cada clase de animal para que Adán lo nombrara, solo eligió a algunos: “las bestias del campo,” (¿cómo llamaremos a las bestias de carga – a aquellas que ayudarán al hombre en sus actividades agrícolas?) y a “las aves de los cielos” (sin duda por su asombrosa majestad… como si Dios le estuviera diciendo a Adán, “¿Crees que esas bestias de carga son impresionantes? ¡Pues mira esto!”) Así que Adán no estuvo sentado ahí por semanas nombrando a miles de animales. Tercero, consideremos el hecho de que Dios había creado inicialmente a todas estas creaturas, aún antes de que hubiera hecho a Adán, así que Adán no vio a Dios crearlas a todas ellas. Al crear un jardín y recrear a unos cuantos representativos del reino animal justo frente a Adán, Dios estaba dispuesto a mostrarle que Él era el Creador de todo (en el caso de que algún usurpador –por ejemplo Satanás – llegara más tarde y tratara de reclamarlo para él mismo). En cuarto y último lugar, este ejercicio sin duda fue didáctico. Tal vez por medio de él, Dios pudo enseñarle a Adán algo de una importante lección acerca del valor de la singularidad, la belleza y peculiaridad del regalo que estaba por recibir – su esposa. Finalmente, en los versos 21-25, Dios coloca su joya inapreciable en la corona de Su creación: Él crea del hombre, a la mujer. Y el resto, como dicen, es historia.
Al considerar individualmente la narración de las dos creaciones, y luego reconciliarlas, vemos que Dios describe la secuencia de la Creación en Génesis 1, luego desdobla sus aspectos y detalles más importantes, especialmente los del sexto día, en Génesis 2. Aquí no hay contradicciones, sino meramente un común recurso literario que describe un evento, de lo general, a lo específico.
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