2. Que Dios abra sus ojos espirituales y puedan ver la gloria de Dios para ser fortalecidos.
Cuando Esteban, en el libro de los Hechos, fue perseguido por los líderes religiosos, sus ojos fueron abiertos y él pudo ver la gloria de Dios y a Jesucristo de pie al lado de Dios. Y mientras apedreaban a este primer mártir, él se fortaleció invocando el nombre del Señor y diciendo: “Señor Jesús, recibe mi espíritu” (Hechos 7:55, 59).
Oremos para que las penas de nuestros hermanos se minimicen a comparación de la gracia y la gloria de Dios que ellos experimenten.