Recuerda que la culpa se multiplica.
Lo terrible de vivir en un estado donde no oramos por culpa del pecado es la forma en que la situación se agrava. La culpa es peligrosa. Con el tiempo el agravo de la culpa, como la espesa humedad, nos hará adormecer e incluso sentirnos enfermos.
“Mientras callé mi pecado, mi cuerpo se consumió con mi gemir durante todo el día. Porque día y noche Tu mano pesaba sobre mí; mi vitalidad se desvanecía con el calor del verano”, Salmo 32:3-4.
Necesitamos la brisa fresca del evangelio y la frescura del arrepentimiento para limpiar el sudor de nuestras frentes cansadas.
Reconocer la naturaleza corrosiva del pecado y la forma en que se come nuestra vida espiritual nos obliga a mantener cuentas cortas con Dios, y luchar contra las temporadas de culpa que vienen por la falta de oración. Bien se ha dicho, el pecado te alejará de la oración, y la oración te alejará de pecar. Pero también es cierto que la oración te sacará del pecado. A veces es un trabajo duro. Pero es un buen trabajo. Recuerda, nunca eres demasiado pecador como para orar, si tu oración es una de arrepentimiento. Cristo es poderoso para salvar, y su gracia es más grande que todos nuestros pecados.
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Este artículo fue escrito por el Pastor Erik Raymond y fue publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Eri Miranda.
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