Recuerda que el pecado te mantendrá lejos de la oración.
Así como el pecado contra los demás afecta nuestra relación con ellos, el pecado pone también una tensión en nuestra relación con Dios. Es una violación. Como Adán y Eva, que se escondieron de Dios con hojas de higuera, nos avergonzamos y ocultamos de la misma manera. Es posible que nos escondamos detrás de nuestros horarios, el trabajo, las responsabilidades familiares, el ocio, o incluso el ministerio, pero al final nos ocultamos. Por lo tanto, es importante ver que el pecado afecta nuestra relación con Dios. No orar siempre manifiesta el pecado y sus efectos. Nunca debemos estar satisfechos en quedarnos sin orar por largo tiempo, sino más bien reconocer por qué evitamos orar y poner manos a la obra para remediarlo.